La caduca trayectoria inversa de tu oratoria
provoca olor a fango en mi cálamo.
Quizá subsistas por el alcanfor
y ese aspecto macilento
te salve otra vez de la hoguera.
Pero ya no haré malabares con la historia,
ni arrancaré de la cripta la perenne cobardía
de tus huesos quebradizos.
Desde este instante soy el timonel
y en mi balsa ya no hay sitio.
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