En esta cuarta pareja del poemario Mixtilíneas el silencio deviene en desesperanza.
Bajo el inestable puente
el río apenas recuerda la humedad del agua,
las piedras, redondas y secas
se amontonan en el cauce.
A su lado, sobre un lecho de hierba mortecina
oye el sonido de las hojas al caer.
Un millón de centellas
iluminan el negro cielo.
Sus pensamientos,
como círculos concéntricos de humo
ascienden hacia la luna nueva en esta aciaga noche.
Los ve, levitando,
en busca de un firmamento más propicio.
Frío y oscuridad en el aire.
Sus emociones tiemblan
disueltas en razones y obligaciones,
como una nebulosa,
años-luz de su mente.
Aterida e inmóvil sobre el estéril suelo
junto al inestable puente
que vigila imperturbable el cauce seco del río
donde se anegan sus temores.
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