Este poema del poemario Nereidas está dedicado al sosiego de mis ojos, el mayor de mis tres hijos, Alberto.
Aunque el fuego se extinga
Siempre queda rescoldo donde cobijar
Los ateridos huesos,
Las gélidas manos que soportan los vaivenes del tiempo.
Árbol de hondas raíces,
Surges majestuoso,
Cálido y frondoso en el bosque de los álamos.
De tus dedos brotarán flores y pájaros.
Tierra firme en tus ojos
Y un intenso aroma a sosiego,
A hogar acogedor donde quedarse.
Soldado de retaguardia,
Resistirás en la batalla hasta que llegue el alba,
Mientras haya un lugar, un amigo o un motivo
Por el que luchar y atrincherarse.
Sin lamentos, ni reproches,
Imperturbable remanso de paz en las tempestades.
Porque, aunque el fuego se extinga,
Siempre estarán prendidas a tus ramas
Las cenizas esperando despertarse.
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